Columna del sábado 9 de diciembre de 2006
César Pérez Méndez
cperez@elquetzalteco.com.gt
VERITAS
Un amigo suramericano me dijo un día que no había razón de dar gracias, llanamente porque en este mundo nada es por caridad; le dije que estaba en desacuerdo y lo mantengo. Hoy, vengo no sólo agradecido, sino que a compartirles que mi mente y corazón apenas empiezan a reconfortarse gracias al apoyo de muchos ante el viaje sin retorno de mi esposa Miriam.
Yo más que nadie la conocía, sabía perfectamente, sin la más mínima duda, que no sólo era una buena mujer, sino extraordinaria amiga, compañera, esposa y madre; compartimos momentos que han marcado mi existencia y que dejaron huella para un futuro que no me toca vivir solo, sino que acompañado de los dos regalos más grandes y bellos que me pudo dejar: César Emanuel y Miguel Eduardo, de 6 y 4 años, respectivamente.
Antes de su partida, gracias a Dios, me puse a cuentas con ella; hablamos, nos entendimos, me deseó lo mejor y, sobretodo, me dejó su bendición.
Si usted amable lector quiere interpretar esto como algo íntimo, se vale, pero lo quiero compartir. En los últimos momentos pude expresarle tres puntos clave: 1: Le di gracias por todo lo que me dio y enseñó. 2: Le hice una promesa, cuidar y proteger a nuestros retoños, y 3: Le pedí un favor, que desde el cielo, como un ángel, nos cuidara siempre.
Como no comparto la alocución inicial, sí voy a dar gracias por el apoyo recibido en estos momentos de dolor personal y familiar: Al Consejo de Administración de Prensa Libre, en especial al Licenciado José Eduardo Zarco, presidente del Consejo Editorial de elQuetzalteco; al Consejo de Administración de Ediciones Regionales, S.A.; a todas las instituciones y empresas amigas, entre ellas, a la Dirección Administrativa de Alcance Publicidad.
A mi familia, mis papás y hermanos, esencialmente Noé; tías, primos, incluyendo a quienes están fuera del país. También a la familia de Miriam, a su hermana Eva, tía Elda, a su prima Olga y amigas.
Valorando también la presencia y apoyo de mis cuates y compañeros de trabajo, el ingeniero Milton Paz, a mi compadre Jorge Mario García; a todos: Gaby, Flor, Brenda, Giovanni, Manuel, Enrique, Ángel, Juan Pablo y Dany.
Ingeniero Rodrigo Pérez Nieves, gracias por la solidaridad expresada en su columna. Por las llamadas telefónicas, mensajes y correos electrónicos. A muchos más que por espacio no los puedo mencionar, mil gracias.
PUNTO FINAL. Sigo sin entender qué pasó, ¿por qué ella?, a sus 25 años. Pero los estudiosos de la Biblia dicen que nuestros planes no son los de Él. Así que lo aceptaré e iniciaré a ponerme de pie. Se perdió una batalla, pero no la guerra. Aún hay más.
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