Columna publicada en el periódico elQuetzalteco, el 12 de diciembre de 2009
Por César Pérez Méndez
VERITAS
Recuerdo haber leído que, paradójicamente, la muerte es la única justa y neutral que existe en este mundo; porque no diferencia a nadie para aplicar su ley: ni al que hace falta, ni al solidario o bueno, ni al malvado, ni al justo; a nadie.
Mucha gente muere, pero nacen muchos más. Sólo se trata de relevos generacionales, porque la vida continúa. El punto es que la existencia es efímera, momentánea, por ello, el olvido es el peor castigo; es el caso de los ex gobernantes que vuelven a ser noticia hasta su último adiós.
En días recientes, la población ha despedido a dos de sus ex gobernantes, uno local y otro nacional: el primero, el ex alcalde de la ciudad de Quetzaltenango, Diego López De León y, el segundo, al ex presidente de la República, Kjell Eugenio Laugerud.
Para ser honesto, ni me acordaba de ellos; primero, porque cuando López De León gobernó Xela, de 1970 a 1974, yo ni había nacido; y el año que Laugerud dejó el cargo, en 1978, estaba llegando al mundo.
Así que sería cruel opinar sobre ellos, sin haberlos conocido y menos por no saber de lo que hicieron o dejaron de hacer, porque no me consta. Entonces, como ante cualquier deceso, que descansen en paz, y a sus deudos, resignación.
El ex jefe edil López De León, quien también fue diputado, partió a los 86 años, tras una complicación en su salud. Se le recordará, dicen sus amigos, como el Chivo de Corazón.
Mientras que Laugerud partió a un mes de cumplir 80, luego de ser internado por problemas pulmonares.
No sé si para bien o para mal, pero el general Laugerud, con los partidos Movimiento de Liberación Nacional, MLN, e Institucional Democrático, PID, ambos de extrema-derecha, le ganó la Presidencia al también general Efraín Ríos Montt, postulado por el Frente Nacional de Oposición, de centro-izquierda, aunque éste último sigue alegando fraude.
PUNTO FINAL. Dice mi abuelita que para el terremoto del 4 de febrero de 1976, que dejó 23 mil muertos, el mandatario se portó buena onda, porque recorrió los departamentos y dio ayuda a los damnificados. De ahí su célebre frase: “Guatemala está herida, pero no de muerte”.
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