En seguida me permito reproducir la interesante opinión del director de elPeriódico, publicada hoy.
Por Juan Luis Font
Vaya decepción. El elenco narco local dista mucho de lo que las teleseries colombianas nos muestran hasta despertar fascinación por el negocio más rentable del planeta. Ni muñecas de la mafia, ni agentes armados de la mejor tecnología.
De hecho, uno de los jóvenes policías guatemaltecos murió por carecer de chaleco antibalas. El capo tampoco responde al prototipo de hombre atlético que la televisión construye de los líderes traficantes, pero con su barriga y todo pudo escaparse de sus captores y los colocó en un aprieto del tamaño del hotel donde procuraron detenerlo.
Sólo los gatilleros, esos hombres de cabeza rasurada que acompañaban a la esposa o ex esposa del traficante (en eso si se parece la realidad nacional a la ficción colombiana, los narcos son casquivanos o culiprontos o emocionalmente inestables, como quiera usted llamarlos), emulan a sus pares de América del Sur. Su mirada es temible y uno preferiría no toparse con ellos.
El operativo para capturar a Mauro Salomón Ramírez Barrios ha sembrado demasiadas dudas a pesar de que confirma otras tantas cosas. Por ejemplo, que Ocós, San Marcos y en general, la frontera con México, es tierra de ellos. Y que en su territorio, las autoridades prefieren no darles frente.
Según fuentes del MP, lo ocurrido en Tikal Futura era una acción organizada por agentes de la DEA (Drug Enforcement Agency) destacados en Guatemala. Nuestro país le otorga a las fuerzas antidrogas estadounidenses unas libertades que ni Álvaro Uribe.
Otras fuentes en cambio sostienen que en realidad se produjeron dos operativos distintos por parte de dos unidades de la Policía guatemalteca, no coordinadas entre sí. Uno era de la Dirección General de Inteligencia Civil (Digici); otro provenía de la División de Análisis e Información Antinarcótica (DAIA). Todos poseían información de la presencia de Ramírez en Tikal Futura, y todos sabían de la persecución de Estados Unidos contra Ramírez. Al menos una de las unidades mantenía coordinación con la NAS (Narcotics Affaire Section) estadounidense, y un contratista de esa entidad estuvo presente en las acciones del 15 de septiembre.
Una vez en marcha los dos operativos no coordinados entre sí, una de las unidades perdió a Ramírez en el hotel, y sólo volvió a encontrarlo en el sótano. Los escoltas de Ramírez al notar la presencia de los agentes abrieron fuego.
Así se explica que se diese la refriega en un sitio concurrido, en un día de asueto. Pero aún quedan muchas preguntas por responder. ¿Quién coordino el operativo? ¿Qué unidad es la responsable? ¿Qué protección tenían los agentes guatemaltecos? ¿Qué participación tuvieron las agencias de Estados Unidos?
A las autoridades nacionales les corresponde ahora ofrecer las explicaciones por esa acción malograda, aunque no hubieran llevado la voz cantante a la hora de dirigirla. Los agentes guatemaltecos caídos en esa acción merecen los honores y el reconocimiento de sus superiores y de los ciudadanos.
De lo que parece haber certeza es que no se trató de una operación de tumbe de droga. Llegará el día en que todos nos detengamos a pensar que la guerra al narcotráfico, además de inviable, sólo en parte es nuestra. Y a lo mejor, entonces, nos atrevamos a exigir que dejen de usarnos como carne de cañón, que frenemos la corrupción que trae consigo el dinero de la droga y que se legalice de una vez por todas su comercio.
2 comentarios:
Vos Checha, hoy si que te ganaste el odio de los evangélicos. Jajajaja, fijo que no entras en su cielo.
Vos crees... yo no, el cielo no es de los religiosos, porque no es por tus actos, dice la santa palabra...
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