miércoles, 19 de octubre de 2011

Reconocimiento al “abuelo académico” como se llama Mario Antonio Sandoval

Honor a quien honor merece. Me da mucho gusto que el letrado periodista Mario Antonio Sandoval haya sido homenajeado ayer por la URL. Justamente hace unos días, él me imponía el botón de zafiro, por mis 10 años en el Grupo Prensa Libre, del cual Sandoval es vicepresidente.
En seguida comparto su interesante e íntima columna publicada hoy en Prensa Libre, cómo el mismo describe: 

Gracias por el reconocimiento

POR MARIO ANTONIO SANDOVAL

SOY REACIO A PRESENTAR en mis artículos las más profundas emociones personales. Lo hago muy pocas veces, porque no todos comparten las alegrías y las penas de otro. Pero esta vez quiero hacer una excepción y compartir con los lectores la íntima alegría de haber recibido ayer una distinción otorgada con motivo de cumplir 50 años la Universidad Rafael Landívar, donde me formé como universitario y pasé 24 años enseñando y aprendiendo con jóvenes estudiantes, como al principio yo también era.

Veo con orgullo y cierta nostalgia a muchos de ellos sobresalientes en el periodismo y en la academia, por lo cual puedo calificarme de “abuelo académico” de los jóvenes hombres y mujeres a quienes enseñan mis alumnos y uno de mis hijos.
LA DISTINCIÓN Ignacio-Martín Baró me fue otorgada por “méritos humanísticos en el campo de las ciencias de la comunicación, como justo reconocimiento por su colaboración y contribución al desarrollo y al engrandecimiento de una universidad y del país, en consonancia con la misión y visión de la Universidad Rafael Landívar”. El padre Baró fue uno de los seis jesuitas de la UCA asesinados por el ejército salvadoreño en 1989. Pagó con su vida pensar como pensaba, víctima de la máxima intolerancia. Eso lo convirtió en mártir, junto con cinco compañeros en el sacerdocio. Gracias. Estoy abrumado por la emoción. Es indescriptible el gusto de recibir el elogio de una institución a la cual debo mucho de mi forma de ser y de pensar.
SI ME PIDIERAN RESUMIR en una frase cuál es la esencia de mi pensamiento filosófico diría “intentar hacer lo correcto” y “comprender y aceptar la frontera entre el derecho del individuo y el del grupo”. Fácil de decir, difícil de cumplir. Los valores sobre los cuales descansan esos principios me fueron explicados a lo largo de mi paso por las aulas landivarianas. Sobresalen los filósofos Antonio Gallo, con sus tablas de lógica, y Antonio Pérez, ya fallecido, con sus conceptos abstractos de la esencia de los seres (la perridad del perro, decía). Lo demás fue sencillo: leer libros de filosofía para apuntalar o desechar conceptos, buscar y tratar de aplicar valores, y entender la dificultad de hacerlo en una sociedad de personas imperfectas, humanas.
ESTE RECONOCIMIENTO me obliga a hacer un alto y ver hacia atrás. Nunca lo hago. Pero, brevemente, creo haber contribuido un poco siquiera a hacer del periodismo profesional una artesanía, entendida en ser un arte sano, pero además no hecho a máquina sino a mano, con atención individual, cariñosa, aunque aceptando la posibilidad de las fallas humanas como razón para ejercerlo de otra manera. Veo el largo camino recorrido, los periodistas —entre tantos guatemaltecos— cuyas vidas tristemente quedaron en la cuneta. Y veo también a mis compañeros de promoción, entre ellos a Mario Roberto Morales, Guillermina Herrera, Mario Alberto Carrera, Hermógenes Vásquez, como jóvenes estudiantes del ya lejano cuatrienio 1966 y 1970…
GRACIAS A LAS AUTORIDADES landivarianas por esa distinción. Me abruma y fue una agradabilísima sorpresa, no puedo negarlo. Es un gran orgullo estar incluido en un grupo tan selecto de guatemaltecos landivarianos. En mi caso, es reconfortante darme cuenta de cómo, a pesar de la efimereidad del trabajo del periodismo —hacer y escribir historia a la carrera— es de alguna forma tomado en cuenta. Y finalmente, también me agrada darme cuenta de la manifestación concreta de los valores —por ello abstractos— enseñados por una manera de actuar, en mi caso heredada de mis abuelos, pero en especial de mi padre y de mi recordada madre. Estoy seguro de haber podido pasar exitosamente esa estafeta ética a mis hijos y a mis nietos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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