martes, 27 de abril de 2010

A 10 años de la muerte de Roberto Martínez

Le comparto esta interesante columna de opinión del periodista Samuel Flores, sobre un trágico acontecimiento que cobró la vida de un colega, hace una década.

Por Samuel Flores, periodista
sfloresf42004@gmail.com

Este martes 27 de abril se cumple una década del asesinato del fotógrafo y periodista Roberto Martínez. Su legado de experiencia y capacidad permanece latente en las secciones de fotografía de los diferentes medios impresos de Guatemala, aunque la sociedad ya lo olvidó.

Era el quinto día de bochinches originados por el incremento a la tarifa del transporte urbano (autorizado por el alcalde Fritz García-Gallont, amigo personal del actual alcalde Álvaro Arzú). Fue una política irresponsable que no sólo castigó la economía de los capitalinos, sino que además produjo una de las mayores crisis sociales que convulsionaron a la sociedad.
Como todos los días, esa mañana Roberto salió en compañía del redactor Julio Lara a darle seguimiento a las protestas, que luego se convirtieron en enfrentamientos con las autoridades y saqueos producidos por pandillas de delincuentes que se adueñaron de las calles y avenidas del Centro Histórico, ante la impotencia de la Policía Nacional Civil, que una vez más demostró su incapacidad ante los delincuentes.
A las 12:00 horas, encontré a Roberto frente al Mercado Sur 2, más conocido como “La Placita”, y me entregó 10 rollos de película con fotografías históricas de la confrontación entre policías y la turba, saqueos, agresiones, destrucción, suficientes para llenar las ediciones impresas de todos los periódicos de ese día.
Sin imaginarlo, 15 minutos después me enteré por la radio de que Roberto había recibido varios impactos de perdigón —uno en la frente—, a inmediaciones de la 7a. avenida y 19 calle de la zona 1, y agonizante fue trasladado a la sala de urgencias del hospital general San Juan de Dios.
Cuando llegué a los pasillos del hospital, encontré en una camilla el cuerpo de Roberto, cubierto con una sábana celeste, y junto al periodista Elder Interiano lloramos a la par del “viejazo”.
Sentimientos de impotencia, ira, rabia y coraje se adueñaron de su servidor al atestiguar la pérdida de uno de los mejores periodistas y reporteros gráficos que ha tenido Guatemala, que compartió sus conocimientos sin egoísmo con jóvenes que hoy ocupan puestos clave en las secciones de fotografía de los diferentes periódicos.
Hoy que se conmemoran 10 años de su muerte, elevo una plegaria al Supremo Creador y únicamente me queda pedir que se haga justicia contra quienes provocaron los bochinches que culminaron con la muerte del “viejazo”.
Por un lado, el ex alcalde Fritz García-Gallont, quien en forma irresponsable autorizó el incremento a la tarifa del transporte, y en segundo lugar, al ex vicepresidente Francisco Reyes López, quien —como presidente en funciones— fue incapaz de intervenir para que fuera restablecido el subsidio a los transportistas. La pugna entre el Frente Republicano Guatemalteco (FRG) y el Partido de Avanzada Nacional (PAN, que dirigían el Ejecutivo y la alcaldía capitalina en el año 2000) generó esa crisis que enlutó al gremio de periodistas.
También son responsables los propietarios de las unidades del transporte urbano, quienes en su desmedido afán de enriquecerse no dudaron en incrementar la tarifa originando el caos, tal como sucede recurrentemente en nuestros días.
En esta fecha, hago un llamado al gremio de reporteros gráficos y periodistas en general para que recordemos ese 27 de abril, fecha en que la muerte de Roberto nos unió para pedir el castigo de los responsables.
No olvidemos que somos los colegas de Roberto quienes arriesgamos nuestras vidas diariamente en las calles para convertirnos en los ojos de nuestros lectores a fin de trasladar la noticia en forma gráfica a la población.
Desde este espacio, conmemoro los 10 años de la muerte de Roberto, reiterando mi respeto y admiración por el trabajo que permanece latente en el gremio periodístico guatemalteco. No lo hemos olvidado y esperamos que su sacrificio permanezca vivo en nuestras mentes para que las futuras generaciones conozcan los riesgos del ejercicio periodístico en Guatemala.

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