viernes, 16 de noviembre de 2007

Ni juez ni defensor, es lo que pienso

Columna del sábado 17 de noviembre de 2007

César Pérez Méndez
cperez@elquetzalteco.com.gt
VERITAS

Creo que nunca voy a olvidar el crimen del doctor Eduardo Molina Fuentes y su esposa Pamela Osborne, no porque los haya conocido, sino porque ocurrió el día de mi cumpleaños: 1 de junio.
Cuando se conoció el hecho, como periodista, uno sabe que se trata de un caso de alto impacto, pero no imaginé el rumbo que tomaría y las circunstancias que mantienen tras las rejas al hijo de las víctimas, Roberto Eduardo Molina Osborne.
Siete días después del horrendo crimen detienen al hijo como presunto responsable y, desde entonces, la historia ha ido más allá de un caso de alto impacto.
El doble asesinato ha involucrado a toda una sociedad, a la élite quetzalteca; no sólo conformaron el Grupo de Apoyo a Roby, GAR, que tiene como vocero a Luis Juárez, sino que ahora tienen entre sus testigos de descargo al alcalde “Mito” Barrientos, amigo y compañero de estudios del imputado.
Ya “Mito” dijo a la Prensa que “Roby” mantenía buena relación con sus papás. Y hace poco, en la Universidad, mis alumnos de Periodismo Judicial me preguntaron cuál era mi hipótesis del caso; me atreví a decirlo desde un punto de vista periodístico y académico.
Para comenzar, ningún medio de comunicación había entrevistado al acusado, sólo se le había dado cancha al Ministerio Público; fue elQuetzalteco, hasta septiembre, tres meses después de su detención, que logra conversar con él, en la Granja Penal Cantel. Con lo cual se logra un balance informativo, porque había sido portada del periódico cuando fue capturado por la Policía.
Debo confesarles que mi curiosidad periodística estaba enfocada en poder entrevistar personalmente a Roberto. Recuerdo que ese día, ya adentro del penal, me sudaban las manos porque tenía frente a mí a un posible asesino de sus propios padres.
Fueron más de 60 minutos de conversación, le pregunté de todo, de la relación con sus progenitores, con sus hermanas –Elizabeth y Esther-; descartó que consumía drogas y atribuyó el crimen a la delincuencia común. Lo que me hizo considerarlo inocente fue su respuesta a: Si sus papás lo pudieran escuchar ¿qué les diría?: “Que los quiero mucho”. Expresó sentir “impotencia de estar aquí –en prisión- y que los asesinos anden sueltos”.
Y en términos académicos, Roberto no es culpable; la misma Constitución Política de la República, en su Artículo 14, cita que todo ciudadano es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Pero como no soy defensor ni juez, aquí sólo he usado mi libertad de expresión para decir lo que pienso; será en febrero que resuelva el tribunal.

PUNTO FINAL. Llama la atención la forma como trasladan a Molina Osborne de la cárcel a los tribunales, custodiado “hasta los dientes”, como si fuera narco o existiera peligro de fuga.