sábado, 25 de junio de 2011

Las tres hadas malignas

Columna publicada en elQuetzalteco, el 25 de junio de 2011

Por César Pérez Méndez
VERITAS

A quienes les he contado que he leído Las tres hadas malignas no han dejado de imaginar que el libro se refiere a la coyuntura política y hasta me dan nombres. ¿Usted qué se imagina o qué nombres le vienen a la mente? Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Las tres hadas malignas es la más reciente obra literaria del amigo escritor quetzalteco Héctor Rodas Andrade.
El día que me trajo a la oficina un ejemplar, le pregunté que dónde y cuándo lo había presentado. Aún lo estaba pensando. Se me ocurrió que el lugar ideal era la Redacción de elQuetzalteco, ante un grupo de jóvenes periodistas. Amablemente aceptó.
El compartir con Rodas fue enriquecedor, porque a veces se cree que estamos solos en la lucha… de escribir. Hay otras experiencias, valiosas y de las que podemos aprender, como el caso de Rodas, un escritor completo; él escribe, diseña, imprime y hasta vende sus obras, cuando bien le va. Para escribir bien hay que ver las cosas de otro modo, aconsejó inicialmente Rodas. Luego dijo que quien no tiene imaginación, sólo copia. “Imaginar no es lo mismo que soñar”, agregó.
Aquí recuerdo lo que predica el nobel de literatura, Gabriel García Márquez, sobre la creatividad, como la principal herramienta –no solo del escritor- de la vida.
El escritor altense sabe de la diferencia entre los políticos y los escritores; los primeros, si bien les va, convencen; mientras que con las letras se persuade. Por eso, si se quiere transformar a la sociedad, hay que acercar los libros a los jóvenes, “aunque ahora es ponerles un dolor de cabeza”, reconoce.
Las tres hadas malignas están a nuestro alrededor, “porque un escritor se nutre de la vida diaria y siempre es inconforme y está en busca de algo”.
Esas hadas convertidas en poemas tienen nombre propio, se llaman: ignorancia, pobreza e injusticia.
Prohibido enamorarse, Soñando con una curul y Pequeña biografía del amor, entre otros temas, esconde la obra que invitó a leer.

PUNTO FINAL. Se imagina usted leer un libro en cuestión de segundos, pues ayer me pasó, llegó a mis manos “Todo lo que los hombres saben de las mujeres”, de R. Strani; sus más de 200 páginas están en blanco.

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